En la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios trabajamos para garantizar una verdadera atención centrada en la persona que atendemos, ofreciéndole apoyo para que tome sus propias decisiones, respetando sus preferencias, su identidad y su modo de vida.
La persona atendida es el auténtico centro de nuestra misión. Nuestra actividad diaria de atención va dirigida al individuo como eje central y como valor en sí mismo. Esa atención requiere una respuesta individualizada según su ámbito de necesidad, contexto familiar y comunitario. Atender la individualidad significa reconocer su autonomía y dignidad.
En este sentido, es fundamental fomentar la participación de la persona en el proceso de toma de decisiones, puesto que también es parte activa de la atención. Esta actitud no nos garantiza el éxito pero si dejamos de lado los prejuicios y nos ponemos en el lugar del otro, podremos centrarnos en la persona y hacerle sentir que es el foco de nuestra atención. Por tanto, en este reportaje, un grupo de personas asistidas en nuestros diferentes Centros se asoma hoy a las páginas de esta nueva publicación para mostrarnos su experiencia, vivida al calor de nuestra Institución. Ellas nos acercaran a lo que cada uno de los profesionales de la Orden nos esforzamos cada día en transmitir, acoger, acompañar, cuidar… aunque, en algunas ocasiones, las propias personas atendidas no adviertan de la importancia que nuestra labor pueda tener para su vida y su experiencia.
Nuestra actividad diaria de atención va dirigida al individuo como eje central y como valor en sí mismo
Por ello, desde San Juan de Dios queremos dar a conocer nuestro estilo asistencial característico, que viene configurado por los valores institucionales: Hospitalidad, respeto, calidad, responsabilidad y espiritualidad. Este particular estilo de hacer –fundamentado en la acogida, la calidez y la humanidad–, marca nuestro compromiso con la dignidad de las personas que atendemos. Un compromiso con la atención integral que debe dar respuesta a las necesidades de todas las personas acogidas en nuestros centros, a lo largo de su trayectoria vital, con un modo de hacer las cosas fiel a nuestro carisma.

Iratxe va a dar a luz en nuestro hospital de Barcelona, con toda la preocupación, todos los miedos y la ilusión que una madre tiene en su primer parto. Ella misma nos cuenta que ha elegido Sant Joan de Déu por las buenas referencias que tiene de otras mujeres que han pasado por esta experiencia vital. Ya desde la primera visita se sintió acogida porque «me explicaron muy bien el proceso, de una manera inteligible, lo que ya me ha dado mucha confianza. Además, saber que está de cerca de casa, me da mucha tranquilidad sobre todo ahora que sé que es un hospital preparado para cualquier urgencia o situación inesperada que se pueda dar en el parto». Iratxe no sabe cómo será su parto pero está segura que la trataran con respeto, proporcionándole toda la información para que ella misma pueda tomar sus decisiones conscientemente.
De la calidad de la atención y de la responsabilidad de los profesionales de San Juan de Dios nos hablan los padres de Yaiza. El día que la pequeña fue diagnosticada con el síndrome de duplicación del MECP2 su vida y la de sus padres cambió para siempre, pero se sintieron totalmente apoyados por todo el equipo médico desde la empatía y el acompañamiento. Les dieron toda la información precisa y al tratarse de una enfermedad minoritaria les pusieron en contacto con otras familias con niños que padecen la misma afectación. Ellos necesitaron de ese soporte y el Hospital maternoinfantil Sant Joan de Déu se lo proporcionó.
Nuestro particular estilo de hacer marca nuestro compromiso con la dignidad de las personas que atendemos
Como Aimad que llegó a este país como joven migrado solo y encontró en Almacelles (Lleida) la manera de seguir adelante con ganas, esfuerzo y voluntad. Ha conseguido aprender el idioma para alcanzar sus objetivos de trabajar y estudiar. Quiere ayudar a otros jóvenes que, como él, llegan a este país para hacer realidad sus sueños. «En San Juan de Dios -nos cuenta Aimad-, se han preocupado de mí y de otros chicos que están en mi misma situación y han estado siempre pendientes de mi bienestar tanto físico como mental». En la Orden Hospitalaria promovemos y defendemos los derechos de todas las personas, respetando las convicciones ideológicas, religiosas y culturales de todas ellas porque todas somos iguales y merecemos igual consideración y respeto.
Juan Ciudad se preocupaba de los más vulnerables en Granada y así sigue siendo desde hace casi 500 años. Acompañamos, cuidamos y curamos. El acompañamiento y el apoyo son fundamentales para que los profesionales se sientan motivados en ofrecer una atención óptima y para que las personas atendidas se reconozcan y participen de esa atención. David es operador de lavandería en el Centro Especial de Empleo San Juan de Dios de Ciempozuelos (Madrid) y siente esa atención a diario. Nos cuenta que «trabajar aquí es una maravilla» ya no sólo por sentirse realizado sino por sentirse acompañado. Al principio le sorprendió que los coordinadores se preocuparan por saber cómo se encontraba él o por si tenía alguna idea para mejorar los procesos. En el centro ha aprendido a trabajar en equipo y lo valora mucho. Dice David que «somos una gran familia que se ayuda».

Fernando llevaba años viviendo en la calle hasta que llegó al Albergue San Juan de Dios de Madrid, donde ha recuperado la esperanza. «Aquí – explica –, he encontrado el apoyo emocional que no tenía en la calle; San Juan de Dios me lo ha dado todo. Cada día me veo con más fuerza y estoy alegre». En San Juan de Dios ponemos el acento en los aspectos positivos de las personas que atendemos, son personas con sentimientos, capacidades, ilusiones y, por encima de todo, tienen los mismos derechos que cualquier otra.
Marta y su madre, Josefina, son dos personas vinculadas a la red de Salud Mental del Parc Sanitari Sant Joan de Déu de Sant Boi de Llobregat (Barcelona). Marta nos cuenta que, antes de formar parte del programa de recuperación, «casi cada día estaba en urgencias, ingresando constantemente y con acciones autolíticas». Ahora, en cambio, comenta que «los ingresos se han reducido a cero y las visitas a urgencias también» y asegura estar «mucho mejor que hace un año, gracias a la coordinación entre profesionales, que funciona muy bien, ya que el equipo acoge y ayuda a personas que nos encontramos en situación de vulnerabilidad». Su madre asegura que las dos «vieron la luz al entrar en contacto con San Juan de Dios». Destaca el papel del referente terapéutico, «una figura muy importante porque canaliza todas las dudas y problemas que tenemos, así podemos consensuar mucho mejor el proceso asistencial de Marta». Otro ejemplo más para percibir que detrás de los equipos que atienden a las personas y sus familias hay compromiso y esfuerzo incansables para cuidar, con calidez, sus expectativas y preferencias.
Juan Ciudad se preocupaba de los más vulnerables en Granada y así sigue siendo desde hace casi 500 años
Incluso en episodios más habituales de salud como intervenciones quirúrgicas o enfermedades comunes, nuestros profesionales se vuelcan hacia la persona para que su experiencia no sea traumática, dándole una asistencia lo más humanizada posible. Testimonio de ello es Manuel, operado de prótesis de cadera en nuestro hospital de Santurtzi (Bizkaia), que no puede estar más agradecido «por el buen hacer y el trato exquisito recibido» del personal que lo atendió. Este modo de hacer las cosas, siguiendo el ejemplo de San Juan de Dios para mejorar las condiciones de las personas que sufren, sigue vigente.

En los centros y fundaciones de San Juan de Dios se trabaja para que cada persona sea el centro de su propia vida y se la acompaña en este recorrido. Procuramos que se sienta acompañada y tratada en todos los ámbitos a la vez que potenciamos todo aquello que le puede hacer feliz como en el caso de Mª Carmen, usuaria del Centro de día de la Ciudad San Juan de Dios de Las Palmas (Gran Canaria). Ella tiene discapacidad intelectual y movilidad reducida pero participa en diferentes proyectos innovadores: forma parte de un consejo insular sobre los derechos de las personas con discapacidad y del equipo de “lucha de garrote adaptado” con el que participa en torneos. En la Ciudad San Juan de Dios colabora en diferentes actividades como la que tuvo lugar la última Navidad «que acompañé a los visitantes que llegaban en autobús a ver el portal de Belén del centro y a la exposición de cuadros. Los monitores quedaron contentos y yo también porque me hace mucha ilusión ayudar». Con la incorporación de un rol positivo incidimos al desarrollo de la autoestima, especialmente en las personas más vulnerables.

En otras ocasiones, debemos incorporar algo más. Isabel ya no podía vivir sola y llegó a la residencia San Juan de Dios de Sevilla con 85 años e invidente. Después de dos años, dice que en la residencia «estoy en mi casa porque los profesionales me hacen sentir muy bien, me cuidan y me dan mucho cariño; ahora estoy en un entorno seguro con gente que siempre está cuando me hace falta». A pesar de las atenciones que recibe, Isabel está aprendiendo a manejarse con un bastón gracias a Bernardo, comprometido en enseñarle desde el día que le preguntó si podía pasearla por el patio. Isabel reconoce que «estar aquí me ha dado tranquilidad, me ha dado la vida de nuevo, me he vuelto a valer por mí misma, vuelvo a ser autónoma».
Detrás de los equipos que atienden a las personas y sus familias hay compromiso y esfuerzo incansables para cuidar, con calidez, sus expectativas y preferencias
Y así seguimos ejerciendo la Hospitalidad hasta cuando las personas se encuentran en situación de final de la vida, larga o corta, en la que es fundamental el cuidar. En estas situaciones es cuando se destaca el trabajo multidisciplinar, el poner la mirada en el enfermo pero también en su entorno, el respeto a la persona en su trayectoria y en sus decisiones, la voluntad de buscar el mayor confort dentro de una situación frágil y velar por su dimensión espiritual. De esto sabe bien María. Su madre falleció en nuestro hospital de León, «allí éramos personas, no interesaba saber quién eras ni a lo qué te dedicabas, si no lo qué necesitabas». Agradecida a todo el personal del centro, María nos habla del apoyo surgido entre familias y de la labor de los voluntarios aunque para ella fue primordial el Servicio de Atención Espiritual y Religiosa (SAER). Confiesa María que se «descargaba mucho con Abilio», responsable del SAER de León, que «le hizo creer un poco más en Dios» al escuchar sus sermones en la capilla.
Acabamos aquí este camino, acompañados por personas atendidas en nuestros centros, en el que hemos querido expresar el valor añadido que supone para ellas ser atendidas en San Juan de Dios. Hemos querido plasmar el recorrido durante todo el ciclo de la vida y en todas las dimensiones de la persona. Nuestro objetivo en este primer reportaje no ha sido otro que echar un rápido vistazo a nuestra manera de atender, siempre centrada en la persona: acompañándola, empoderándola, velando por su autocuidado y respetando su entorno emocional, entre otros, y hacerlo favoreciendo el trabajo en equipo y la cooperación interdisciplinar; así como fomentando la participación, la motivación de los profesionales y la reflexión ética.